Francia sigue a la cabeza de Europa en su empeño ilimitado de destruir el sector aéreo, un sector clave especialmente en la economía francesa, aunque eso parece que les da igual a los políticos.
En Francia llueve sobre mojado
No ha pasado ni siquiera un mes desde el último anuncio de Francia en su intento por acabar con la aviación: la brillante idea que han tenido es la de subir los impuestos a los billetes de avión para financiar con ese dinero el desarrollo de los ferrocarriles.
Y, por desgracia, no es ni de lejos la única medida que ha tomado el ejecutivo de Macron puesto que ya prohibieron los vuelos nacionales de menos de 2 horas y media que se pudieran realizar en tren, dejando a buena parte del país sin conexión por vía aérea y a la gente sin el derecho de decidir cómo quieren desplazarse.
¿Volar? Si, pero no para todos
La aparición de las aerolíneas low-cost han supuesto un boom en los viajes en avión, dado que cualquier persona podía tomar un vuelo para visitar otras ciudades o irse de vacaciones por un módico precio a cambio de aguantar un servicio a bordo más reducido, algo que tampoco tiene mucha importancia dicho sea de paso, pues podemos estar sin comer durante dos horas.
La última vuelta de tuerca viene de la mano del Ministro de Transporte francés, Clément Beaune, que ha anunciado planes para acabar con los billetes de avión ultrabaratos dentro de Francia. Según este ministro, se pretende acabar con el «dumping social y medioambiental», aunque todas las aerolíneas que operan dentro de Francia (y dentro de cualquier país de la UE) cumplen con las legislaciones laborales marcadas por los diferentes países.
También ha dicho que «los billetes de avión a 10 euros no son posibles en un momento de transición ecológica, que ese no es el precio del planeta». Traducido: que las personas de menos recursos no podrán volar.
Cabe recordar que esta decisión no solo atenta contra las personas de menos recursos (bueno, todas en general), sino que también contra las compañías que consiguen sacar un beneficio ofreciendo unos billetes a un coste más reducido, impidiendo de esta forma el libre desarrollo empresarial en el país.
Opinión sobre este nuevo atropello a la industria
Europa hace mucho tiempo que ha perdido el rumbo y las decisiones que se toman por parte de los políticos que nos deberían asegurar un futuro mejor son cada vez más estúpidas y sin sentido. Curiosamente, en vez de tener más libertades cada vez tenemos menos, aunándose cada día más imposiciones y prohibiciones en todos los aspectos del día a día.
Como ya hemos explicado en el artículo del impuesto a los billetes de avión para dárselo a los ferrocarriles franceses, la reducción de emisiones de CO2 que Europa quiere hacer no sirve para absolutamente nada, puesto que lo que para el viejo continente es un plan a 10 años en la «Agenda 2030», es un plan de incremento bianual para China.
Y todo eso por no hablar el incremento de emisiones que se producirá en los próximos años en las regiones que están en pleno boom de crecimiento económico y tecnológico, que son África y Sudamérica.
La imposición de un precio mínimo a los billetes de avión en Francia parece otra medida suicida destinada únicamente a llenar las arcas del estado, dado que es tremendamente improbable que ese dinero extra que el gobierno impondrá a las aerolíneas acaben en las mismas para la adquisición de aviones más eficientes o en la industria para el I+D de nuevas tecnologías o combustibles. Es, simplemente, otra forma de generar dinero para las arcas francesas y tapar gestiones desastrosas de capitales públcias.
Supongo que llegará un momento en el que la gente se dé cuenta del suicidio como sociedad que suponen todas estas medidas tomadas en aviones presidenciales con la excusa medioambiental, lo malo de ese momento es que puede ser que llegue en un momento que sea demasiado tarde recuperar la industria o que esta esté tan afectada que sea imposible de salvar.
O, pero aún, puede llegar en un momento en el que ya nos hayamos acostumbrado a estos atropellos y, como sociedad, los acabemos aceptando sistemáticamente mientras el resto del mundo seguirá creciendo a un ritmo normal y con bastantes más libertades que en el viejo continente.
El tiempo dirá…